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roberto zucco

La cotidiana visita de lo insólito

La cotidiana visita de lo insólito

Pasan los días en este país que no es el mío, y al que no termino de acostumbrarme. Aquí lo insólito es un invitado que se presenta todos los días a cualquier hora. Puede ser la lluvia: cae una tromba tremenda y media hora después el sol resplandece. Eso sí, las calles se quedan llenas de fango, absolutamente impracticables. El otro día Isa me pidió que fuera a comprar el pan del desayuno. Lo intenté, me quedé en medio de un lago, y regresé con las manos vacías. En lugar de asfaltar las calles de una vez, lo que el Ayuntaminto de Las Terrenas hace es echar más tierra encima del lodazal y apelmazarla. Cuando vuelve a llover, se vuelve a presentar el lodo, y así sucesivamente. Es , sin duda, una metáfora perfecta de lo que pasa en general: los problemas no se resuelven sino que se aplazan hasta una mejor ocasión que no suele llegar nunca.

No solo la climatología es impredecible y extraña. Formaría parte de lo normal que esta noche entraran en casa unos atracadores, pongamos por caso, y nos robaran hasta la camiseta. Nadie se sorprendería demasiado. Al contrario, reforzaría las estadísticas. La intimidad tampoco existe. Intento hablar con Isa de algo y al momento aparecen seis vecinos que se quedan a ver la televisión toda la tarde. Para hablar a veces nos tenemos que ir de casa.  Otras desespero, y esta exposición a la casualidad no hace más que recordarme algunos aspectos de mi propia fragilidad.

Ayer sacamos de la cárcel a un tipo porque no le había pagado la manutención de los hijos a su mujer. Esta se fue a la policía e inmediatamente lo metieron entre rejas. Como tiene cierta vinculación con su familia, pagamos el importe y lo sacamos. Pues bien, yo esperaba a la salida una escena tremenda entre los cónyuges, y, sin embargo, éstos se saludaron con cierta cordialidad y hasta se sonrieron como si recordaran los tiempos iniciales en que debieron ser felices. En realidad parecían actores que encarnaban los personajes de marido irresponsable, esposa airada y niños desamparados... Como pasa en los teatros, cuando la función termina los actores se quitan los ropajes, se saludan y se toman una copa juntos en el bar de enfrente. Hamlet y el asesino de su padre compartiendo unas gambas a la plancha después de haberse zaherido sobre el escenario. Aquí después de la función se ponen todos a escuchar bachata. Tengo curiosidad por lo que pasará dentro de unos días cuando se cumpla un nuevo plazo y el marido vuelva a no pagar. No pagará, alguien le pagará el dinero (esta vez no seremos nosotros), saldrá de la cárcel y a escuchar bachata...

Sin embargo, esta circunstancia me proporcionó la posibilidad de conocer al jefe de la policía local, un hombre alto y culto, que, sin conocerme de nada, se explaya conmigo y hasta me enseña las fotos de sus tres hijos. Mientras que Isa iba en su moto a buscar a la que hacía el papel de mujer ultrajada, me contó cosas increíbles. En su destacamento cuenta con diez hombres y tres vehículos. Es decir, nada. La gasolina para llenar el depósito de estos últimos suele acabársele sobre el día 12 o 13. Es decir, los delincuentes solo tienen que esperar a la segunda quincena de cada mes porque a partir de ese momento nadie podrá peseguirles.

Otra curiosa circunstancia que me tiene frito... Si quedas con alguien a una hora existen muchas más posibilidades de que no venga, o llegue extraordinariamente tarde. Aquí si que las estadísticas no fallan.

 

 

4 comentarios

redireccion -


redireccion

Rain -

Estás viviendo la realidad de los pueblos pobres. Lo que llaman el tercer mundo.

Lodo y sol con lluvia.

Fernando -

Con esos lodos mejor no quedarte en medio...chapapote!..no sé donde estas parece Sudamerica por lo de los policías digo yo...un abrazo maño..

amaltea -

No teneís unas poquitas ganas de venir?

¿A que la civilización es tan insufrible como necesaria?

Aquí la niebla no levanta, la Puerta del Carmen sigue en su sitio y la Expo va viento en popa. Y los únicos que cantan son los infanticos del Pilar a las doce de la mañana, y a esas horas no despiertan ya a nadie.

¿no es la ciudad maravillosa?

Siempre a sus pies venerado Zucco