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roberto zucco

Las Terrenas

Las Terrenas

Van pasando las horas en República Dominicana. Es una adaptación lenta, a veces con un cierto punto de complegidad. Sin embargo he desarrollado a lo largo de mi vida una cierta capacidad para superar este tipo de retos personales. No tiene mucho mérito lo mío, la verdad sea dicha, porque en esta oacsión Isa me facilita las cosas de manera permanente.

Isa aquí es como un sargento de caballería, incluido un punto de mala leche que me sorprende en ella. Me hace gracia verla mandar a todo el mundo, a su familia, a sus amigos, a sus vecinos y, especialmente, a una cuadrilla de trabajadores que le están haciendo una casita a su madre. Ayer vino a cenar a nuestra casa Juan, el maestro de construcción. Es un chico muy negro, alto y delgado, con la cabeza muy despejada, culto, sensible y gran profesional en lo suyo, según parece. Hablamos de política, de las costumbres tan diferentes entre mi país y éste. El no ha cumplido los treinta y ya tiene cuatro hijos, con cuatro mujeres diferentes. Juan reconoce que eso es tremendo y que esos cuatro chicos en gran medida le han hipotecado su vida. Posiblemente esa sea la razón por la que no podrá venirse para Espana, que ha sido siempre su gran sueno. Mientras cenamos unas magníficas chuletas de cerdo que Isa ha cocinado muy bien y hablamos, fuera hay un incesante rumor de chicos jugando, de perros ladrando y de motos pasando a lo lejos.

Yo no había visto en mi vida una concentración de motos como la que hay en este pueblecito. En realidad se podría decir que cada habitante tiene una, más o menos buena, para desplazarse por los caminos llenos de lodo, puesto que no deja de llover, y por las escasas carreteras asfaltadas. Las Terrenas es chiquito en cuanto a población, pero sus dimensiones son enormes. Nosotros vivimos en el corazón de la población autóctona, en una casa que Isa alquiló cuando vino hace un mes y diez días, y a los gringos los vemos pasar en sus motores confortables y sus artefactos todoterreno. Cuando vine aquí hace unos meses sentí una cierta verguenza de ser europeo. Me molesta esa arrogancia del dinero, ese desprecio que los turistas, alemanes y franceses principalmente, tienen por los habitantes de aquí a quienes tratan como esclavos en algunas ocasiones. La imagen de un alemán con las piernas encima de una bella mesa de madera colonial se me quedó grabada en la retina el otro día en Santo Domingo. También me irrita la pasividad de estos últimos con respecto a los primeros.

Nada más, de momento. Isa hace papeleos matinales mientras yo escribo esto desde otro internet café en donde me encuentro yo solo. Este es más confortable y tranquilo que el anterior. Me entero de que el real Zaragoza no va a fichar más jugadores en el llamado mercado de invierno, y, sobre todo, leo con profunda indignación y tristeza que ETA haya vuelto a las andadas de la manera que lo ha hecho.

2 comentarios

Rain -

Ah, observador Roberto Zucco, janmás indiferente a lo que acontece. O es que habrás tenido momentos de apatía como cualquier individuo, sólo que por nada del mundo, podrías quedarte impávido si ves algo injusto, como lo que has contado.
Entretanto el preludio de tu siguiente tiempo se ha iniciado.

rythmduel -

Qué magnífica sensación la de tenerte tan cerca estando tan lejos... Casi puedo disfrutar contigo de tu estancia. Un abrazo desde los rigores mesetarios.