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roberto zucco

Mitomanías (y 5)

Mitomanías (y 5)

Me parece una buena manera de acabar este recorrido por mis propias mitomanías refiriéndome a las personas que no he conocido y me hubiera gustado conocer.  

Es el caso, por ejemplo, de Manuel Azaña, el Presidente de la II República. He leído ávidamente sus escritos, sus biografías. Le considero un hombre doliente, tal vez demasiado humanista y con un poso intelectual demasiado profundo como para ser un político pragmático. De su generación, en ese Madrid prebélico de los señoritos fascistas, de Chicote y de las tertulias literarias, me hubiera hecho gracia conocer a Ramón Gómez de la Serna y disfrutar de su talento en el Café del Pombo, e incluso me hubiese animado a subir con él a ese elefante, aunque solo fuera para sostenerle las cuartillas durante la mítica conferencia que impartió en las alturas del gigantesco cuadrúpedo. No hubiera aguantado más que un par de horas con Unamuno, una con Pio Baroja y media con Ortega y Gasset, pero las hubiera aguantado. Creo que con Valle Inclán podría haber estado una tarde entera y creo que hubiera sido capaz de preguntarle si la barba al dormir se la dejaba por fuera o por dentro de las sábanas.  

También me gustaría decirle cuatro cosas a Al Pacino, pero sobre todo me gustaría verle ensayar algún monólogo de Brecht. A Marlon Brando me hubiera gustado llevarle un café durante el rodaje de “El último tango en París”, para que me contara entre sorbo y sorbo los pormenores de otro: el de “Un tranvía llamado deseo”, a las órdenes de Elia Kazan dos años antes de yo nacer. Ya puestos, hubiera dado un ojo de la cara por asistir a alguna clase de Lee Strasberg, un día que hubiera sacado a hacer una improvisación a Marilyn Monroe, en el Actor´s Studio de Nueva York. Y no sé qué hubiera hecho si Woody Allen me hubiera invitado a ser su ayudante en el rodaje de Manhattan por las calles de la ciudad, o en el interior del “Planetarium” al lado del Museo de Historia Natural. Con Buñuel me hubiera ido al fin del mundo, y especialmente al restaurante “Le Train Blue” en París, a compartir unos profiteroles, y echar de menos con él los atardeceres de Zaragoza. Seguro que también hubiésemos hablado mucho sobre los jesuitas, nuestros comunes educadores. Me imagino con mi paisano llevando por Madrid esa cabeza de burro muerto que sabe dios dónde encontramos…

Unos jueves lluviosos en París con Cesar Vallejo y Pablo Neruda no hubieran tampoco estado nada mal, aunque se hubiera enfadado Georgette Vallejo, y ejercer de carabina una tarde con Albert Camus y María Casares por las callejuelas del boulevar Saint Germain me hubiera colmado de gozo a mí y de desesperación a ellos. Tampoco me hubiera importado moderar en la Brasserie Lipp una comida silenciosa con Samuel Beckett y Emile  Ciorán, mientras nos acomodábamos en el estómago una buena porción de codillo con choucrout. A los postres podría haberse presentado Giuliette Grecó para animar la velada. 

No me hubiera importado compartir una concentración antes de algún partido importante con Johan Cruijff, por ejemplo antes de aquel 0-5 en el Bernabeu, con Pelé en Sao Paulo, o haberme ido de copas alguna noche por la parte alta de Barcelona con Diego Armando Maradona. Un paseo por el Retiro de Madrid con Raúl tampoco me hubiera importado, qué duda cabe. Y mis ambiciones deportivas se hubieran colmado plenamente jugando unos minutos con Marcelino, Villa y Lapetra ante los ojos de mi padre, o dándole el pase a Nayim el día que el Real Zaragoza ganó la Recopa de Europa frente al Arsenal en el Campo de los Príncipes de París. 

En su casa de Brooklin me encantaría que Paul Auster me adelantara algún capítulo de su nueva novela, y ya puestos a imaginar, estaría dispuesto a pertenecer a la compañía de Molière durante un par de meses, justo antes de que sus miembros se establecieran en el Palacio del Rey Sol. Si hubiera podido elegir oficio dentro del “Ilustre Teatro” me hubiera gustado ayudar a vestir a Theresa Duparc antes de salir a escena con un traje morado y con un gran escote diseñado por la mismísima Madeleine Bejart. Al maestro Jean Babtiste Poquelin, burlando todas las lógicas temporales, me hubiera gustado leerle un fragmento de “Seis personajes en busca de autor”, de Luigi Pirandello, texto que sin duda le hubiera ayudado a escribir su “Impromptus de Versalles”. También le hubiese preguntado muchas cosas a Shakespeare, en una de esas noches tabernarias que tanto le gustaban, y también a Cervantes, a Quevedo, a Montaigne, a Kafka, a Borges, etc. A Bernard Marie Koltés no habría sabido exactamente qué decirle, pero algo se me habría ocurrido tarde o temprano de camino a los urinarios de la estación de Austerlitz en donde le hubiera dejado solo. 

Si alguna vez hubiera sabido tocar bien la batería hubiese acudido a las audiciones de Supertramp, Led Zeppelin, Pink Floyd, King Krimson, Rolling Stones, y actualmente a las de Travis y Keane. Creo que mi estilo personal de tocar este instrumento, más rockero y contundente, no le vendría demasiado bien al de Jacques Dutronc ni al de su esposa Françoise Hardy, pero al menos lo intentaría también, como con Jane Birkin, Lucio Dalla, Paolo Comte y Giani Morandi. Me hubiera gustado ser de alguna utilidad para Beethoven, cediéndole uno de mis oídos y para Mozart prestándole cincuenta euros para paliar sus apuros. 

Neil Armstrong y yo pisamos la luna juntos después de unos instantes de vacilación: “¿quién va primero, tú o yo?”, le dije a las 22 horas y 56 minutos, hora estadounidense, de aquel 20 de Julio de 1969. Antes me había preparado físicamente a conciencia en las calles del barrio latino corriendo delante de los guardias y haciendo el amor con una joven morena, alta y con flequillo, en una boardilla cercana al Polly Magoo. Me hubiera gustado también llevar flores alguna vez a los camerinos de Brigitte Bardot, Marie Laforet, Sophia Loren y ahora mismo a Sandra Bullock, Angelina Jolie, Lena Headey, Halle Berry, Charlize Theron, Carmen Electra, Carla Bruni, Carmen Kass, iconos de eterna belleza,  y otras muchas señoras y señoritas a las que admiro y he admirado en diferentes momentos de mi vida.

Pero al que verdaderamente me hubiera gustado conocer es a George Harrison. Aunque hubiera sido diez minutos. Una vez tuve un extraño sueño: coincidimos en la sala de espera de un hospital. Estábamos él y yo solos, y la conversación en español sin subtítulos fue tranquila y suave. Me dijo, creo recordar, que a lo largo de la vida era imprescindible aprender a saber morir. Algo así les dijo a Ringo y a Paul en un hospital de Nueva York poco antes de que su mujer Olivia, su hijo Dhani y yo arrojásemos sus propias cenizas en el río Ganges. 

Sí, yo también estaba allí aquel día, silencioso y triste, despidiendo para siempre a un hombre que ejerció sobre mí una atracción extraordinaria. Ese día comprendí que era imposible que los Beatles se juntaran de nuevo y decidí hacerme mayor.

13 comentarios

Maestro Ciruela -

lo curioso es que alguna vez me pareció oír o leer en algún sitio, que esta historia sobre la creación de "La garota de Ipanema", es apócrifa. ¡Qué lástima si así fuera, porque a mí también me embelesa la narración! Por cierto, ¿Hay alguna mujer a la que le guste el samba, o es únicamente música para hombres? ¡Yo no conozco a ninguna!

Maverick -

Mientras escribía bar, ya estaba pensando en Veloso, supongo que de ahí la errata...

Maverick -

Roberto, ¿no te habrás olvidado de estar al lado de Vinicius y Tom Jobim ese día de 1962, en la terraza del var Veloso viendo embelesado pasar a esa garota, camino de la vecina playa de Ipanema..? Es curioso que se pueda pueda sentir tanta nostalgia de algo que jamás se ha vivido y que ocurre cuando no eres ni un adolescente. Daría años de mi ya escaso rédito por haber asistido a esos momentos y a la posterior creación de esa maravilla que ha confortado mi vida, al lado de Antonio Carlos Jobim y de Vinicius de Moraes... Un abrazo, estimado Zucco.

Rain -

Aquella escena última de tu post me remite al final de finales y siento algo inmenso...

amalia -

Amaltea,
tomo tu comentario como corolario del mío!
Saludos,
Amalia

amaltea -

Sr. Zucco, tengo que ocupar un trocito de su pasillo para contestar a Amalia. Prometo no hacer mucho ruido y apagar la luz después de salir tal y como me recomendó en una de mis primeras entradas.

Amalia:
Esos contertulios de los que hablas en tu comentario no tienen nada que ver con los que pasean por aquí. Yo creo que somos todos tan serios, tan respetuosos y tan cabales, que se verían fuera de lugar si es que acaso intentaran entrar en este espacio, que casi lo pongo en duda.
Soy fiel lectora de D. Zucco y creo que nunca se ha visto obligado a intervenir para poner orden,¡¡¡ y mira que a veces ha escrito cosas que podían haber llevado a la discrepancia más absoluta entre los lectores!!!!

Supongo que habrá multitud de blogs donde se toleren situaciones y palabras que aquí serían impensables pero ya no por el dueño de la casa, sino también por los que venimos a tomar café o gin-tonic con él a lo largo del día.
Compartimos, reimos, nos preocupamos, admiramos, envidiamos, pero nunca nunca insultamos o enjuiciamos.

Me congratulo de estar aquí y hablar con vosotros.

Un abrazo para todos

amalia -

para Amaltea, para Roberto.
Estuve leyendo varios artículos en el Boomeran(g), y en alguno se me ocurrió pizpear en la zona comentarios.Son un género aparte!En algunas se armaban verdaderas batallas campales.Intervenía el autor para establecer alguna norma de respeto por la opinión de los demás, y lo echaban porque no tenía por qué meterse en el espacio de los comentaristas...
Se insultaban por errores de ortografía.En fin, todo esto para tratar de comprender el funcionamiento de un blog,sus comentarios, las relaciones humanas en una burbuja que sin embargo es una célula más de la humanidad.

elisa de cremona -

mmm... pues yo tenog no sé qué extraña obsesión con haber conocido a Kierkegaard... no sé por qué me obsesiona, y claro, para qué te digo, cómo me he arrepentido de no haber corrido a PAris un día cualquiera a conocer a Derrida... en fin..
pero claro Auster... uyyy

Aran -

Un placer leerte de nuevo y más con este fantástico texto ... qué delicia. Entré al blog hace unos días, pero mi ordenador se negó a abrirlo ... yo también me he cambiado de servidor. Un beso, me pasaré por aquí a menudo ;)

amalia -

Para Amaltea:
muchas gracias por tus palabras, Amaltea.
La humanidad recibe tanto de esos genios, y a veces es tan cruel con ellos cuando, además, no son ciudadanos ejemplares. En fin, podríamos decir mucho de esas gemas, pero este es el espacio de Roberto,no ha lugar...

maray -

por aqui decimos " não quer mais nada, não?" a estos que como tu, quieren el cielo y un poco más...a mi oir un tango a Gardel en un entardecer seria todo! :)
abrazos

amaltea -

¿Alguien se imagina lo que puede hacer y a quien puede conocer nuestro Roberto Zucco si viviera solamente 100 años?

Para Amalia:

Supongo que conocerás esta carta escrita a Maradona.Yo no soy futbolera y para mi Dieguito no pasaba de ser un buen futbolista, pero de verdad fui capaz de entender la verdadera dimensión de su figura cuando leí esto que te pongo a continuación. Tal vez lo conozcas por lo popular que en su día fue el sitio en el que aparecía. Si es así, y además fans suyo, disfrutarás nuevamente.

http://mujergorda.bitacoras.com/archives/000183.html

A mi me quedó un vacío en el estómago despues de leer esto, no sé si por el tono, por la forma o por el hecho de que un ídolo de esa magnitud fuese capaz de cambiar la percepción de una época donde nadie recuerda que no había para cenar.

Abrazos a todos.


amalia -

Roberto,mientras leía tu hermosa lista,iba haciéndome la mía.No sientes que Mozart, George,Shakespeare o Borges están ahí contigo cuando los escuchas o lees?
De Diego, el barrilete cósmico, ni hablar, puedo llorar mil veces viendo el gol a Inglaterra relatado por Víctor Hugo Morales