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roberto zucco

El toro de Tordesillas

El toro de Tordesillas

El otro día un amigo querido me invitó a comer en su casa de Tarazona, una población de la provincia de Zaragoza en donde he estado en varias ocasiones. Su madre nos preparó un sobrio menú a base de costillas y ensalada que estaba de rechupete. Merodeaba por la habitación la abuela de mi amigo, una señora vital y graciosísima, que viendo que no me terminaba la ensalada, me dijo: “termínate los tomaticos, que están muy buenos, que no hay que dejar nada en el plato, maño…”. Esa recomendación, que hacía tiempo que no oía, es muy frecuente por parte de personas mayores que vivieron no hace mucho alguna situación de conmoción social profunda, como en España  supusieron la  guerra civil y la posguerra, llenas  ambas de sinsabores y estrecheces.

  

Ocurre que en el viaje de vuelta caí en la cuenta de que precisamente en Tarazona, a finales de todos los meses de Agosto y con motivo de las fiestas de San Atilano, se celebra la llamada fiesta del “cipotegato”, un curioso personaje al que cientos de personas acribillan literalmente a tomatazos. El origen parece estar en el siglo XIII, cuando se soltaba un reo en día grande las fiestas y éste se ponía a correr para esquivar los pedruscos que le tiraban los vecinos entre risas… Pensé que con el paso de los años habíamos avanzado: de un acto violento en sí mismo, habíamos pasado a su representación simbólica con lo cual todos habíamos salido ganando. Supongo que en ese menester festivo actual, del que todo el mundo sale completamente manchado de rojo, pero no rojo de sangre sino de tomate, se emplean toneladas y toneladas de proyectiles frutíciolas ante la felicidad de la población en general, y de la abuela de mi amigo en particular, a la que seguramente no se le disparan los mecanismos sicológicos del otro día. ¿Cuál es la diferencia sustancial? ¿Cómo un simple "tomatico" abandonado en el plato le parece a esta maravillosa señora un dispendio inadmisible y, sin embargo, esa utilización de tanto "tomatico", que termina despanzurrado en las camisetas de los turistas, le parece algo perfectamente asumible por su conciencia?

  

La respuesta es evidente: en el segundo de los casos, el derroche se enmarca en el contexto de una fiesta “tradicional”.

  

La Real Academia de la Lengua define así la palabra tradición: “Comunicación de hechos históricos y elementos socioculturales de generación en generación”. Lo que el Diccionario no dice en absoluto, ni puede decir en ningún caso, es cuántas veces debe repetirse lo que sea para que estemos verdaderamente ante una tradición: ¿más de diez veces, de cien, de mil…? Y tampoco se mete en los berenjenales de si lo tradicional tiene que ser necesariamente bueno o malo éticamente hablando. Aplicando la lógica, habrá cosas tradicionales que para serlo precisarán menos veces, y otras que más. Habrá cosas que serán buenas o malas, independientemente de que sean tradicionales o no.

  

Pues bien, seguía yo con mis reflexiones “on the road” y pensaba: “Claro, lo que ocurre es que muchas veces la calificación de “tradicional” inviste a la cosa de una especie de inmunidad moral que, en algunos casos, es terrorífica. O dicho de otra manera, me gustaría examinar cosa por cosa para ver si, aunque sea tradicional, es justa y acorde con los tiempos, pongamos por caso. Porque la justicia es una categoría moral más importante que la tradición, considerada en abstracto”.

Como viera que mi diarrea filosófica avanzaba, le pedí a quien me transportaba que parásemos en una gasolinera para tomarnos un cortado...

  

Pero mi cabeza seguía a pleno rendimiento: "Veamos algunos ejemplos flagrantes. La llamada fiesta de los toros. Es tradicional, no cabe duda, en cuanto que repetida y enraizada en las llamadas "señas de identidad" de muchos lugares. (En otra ocasión intentaré examinar lo de las susodichas "señas" porque me parece que en ese concepto también se esconde una buena dosis de impostura...). Los toros, pensaba... Y claro, la fiesta de los toros, por muy tradicional que sea, no deja de estar cuestionada por muchas personas a las que, como a mí, les parece la tortura de un animal indefenso, en cuanto que menos inteligente y desconocedor de su destino, que el torero que lo está toreando. Es un abuso, realizado, en nuestra opinión, con crueldad y alevosía, perpetrado ante miles de personas a las que todo este asunto, desde luego, no les parece para nada una tropelía sino una sana y conservable tradición nacional".

  

Interrumpo aquí el relato de mis reflexiones. Precisamente ayer leo en El País una noticia estremecedora: “Tordesillas festeja la muerte a lanzadas de un toro”. En primera página se muestra la imagen de un animal sangrando y con la cabeza gacha, y a pie de foto se puede leer: “Casi una hora tardó Enrejado en morir. (…) Medievales corredores, a pie y a caballo, acosaron al infortunado Toro de la Vega, lo acorralaron y le dieron muerte de varias lanzadas sin permitir que informadores y fotógrafos registraran la agonía última del animal. El polémico y tradicional festejo está declarado de interés turístico”.

  

Cuando llegué a Zaragoza empecé a escribir algo que iba a ser el comienzo de un post sobre la tradición y que ha terminado siendo el final:

  

“Menos mal que no entendemos como tradicional arrear palizas a tu cónyuge, exterminar judíos en hornos crematorios, o violar a niñas en burdeles infantiles, actos que la inmensa mayoría consideramos abominables. Desgraciadamente se hacen mucho y a lo largo de mucho tiempo, lo cual no confiere a estos actos ignominiosos la categoría de moralmente buenos, aunque, si los mirásemos con ojos favorables, reunirían ciertos requisitos para poder ser considerados como tradicionales. Examinemos, por tanto, una por una todas las tradiciones y expulsemos de nuestro acerbo cultural aquellas que ya no se correspondan sino que expresamente contradicen los valores que defendemos como justos y necesarios en este momento de la historia”.

Si me hace caso la autoridad competente y pone en práctica mi recomendación, el Toro de Tordesilllas no volverá a ser torturado por unos individuos salvajes que se amparan en la tradición, valor que a ellos les exhime año tras año de analizar y poner en cuestión la idoneidad de su conducta.

Y añado: por mí podéis iros a la mierda con vuestras anacrónicas tradiciones.

13 comentarios

soniazgz -

También se considera "tradición" el hecho de lapidar a una mujer, por el mero acto de amar a quien desea y no a quien le han impuesto en suertes.
Es propio de ciertos paises africanos extirpar el clitoris amparándose en la simple excusa de tradición y así, tantas y tantas atrocidades que se cometen cotidianamente, como la aborrecida tauromaquia que tanto daño nos ocasiona a las almas sensibles como las nuestras y todo, por divertir a unos cuantos "individuos" de la españa profunda, vergonzosa y cañí de nuestro país.
No me voy a poner a cuestionar si el hecho de que algunos "humanos" disfruten con el sufrimiento ajeno es una deficiencia genética, o acaso recaé en la suerte de nacer en uno u otro hogar, donde tus padres se esfuerzan o no, en incultarte principios y educación, pero la cuestión es que me parece increible que algunos de estos individuos no puedan aceptar el barbarismo y sadismo de su comportamiento, falto de sensibilidad y respeto, tanto al pobre animal, que ni ha escogido estar ahí, ni acaso tiene oportunidad de defenderse y está inevitablemente condenado antes de empezar su "faena", como a los que nos esforzamos por hacer de este un mundo mejor, donde premie el respeto hacia el medio que te rodea, aunque más increible me parece, que nuestro gobierno no harto con tolerar con naturilad y sin mostrar ningún tipo de escrúpulo que todo esto ocurra, subvencione el sector taurino con 564 millones de euros anualmente de nuestros impuestos, en lugar de destinarlos a otro tipo de obras que tanto nos hacen falta, esto si es alucinante.
Tordesillas, (Es)Coria del Río, la tauromaquia y todo maltrato animal tiene que erradicarse, para desde la abolición de estas canalladas podamos construir una España mejor.
Un saludo vegetariano y antitaurino para todos!.

Juan -

De acuerdo, salvo con lo de "acerbo", que la cultura no tiene por qué ser amarga, hombre.

Roberto a -

Sin duda, tú representas muy bien el espíritu de lo que acabo de escribir. Te gustaría "banderillearnos" a las personas que escribimos sobre este asunto, prueba inequívoca de que no distingues entre torturar a animales y a personas. Es obvio: ni a unos ni a otros se les debe torturar. Y, por otra parte, representas el perfil de la pura ignorancia: intenta aprender a escribir. Todo va unido. La cultura, la sensibilidad, etc. Te queda mucho por aprendr. Tal vez no lo aprendas nunca.

aficionada a los toros -

no teneis ni PUTA IDEA DE LO K ES LA FIESTA NACIONAL solo deciros k ojala tnga el honor de banderillearos seria todo un placer

Rain -

Estos abusos contra seres vivos explican la bestialidad arraigada en el fondo del ser humano.
Los ensañamientos son propios de la tortuosidad, una de las bajezas de los individuos...
Aunque no nos oigan muchos, algunos sí y por eso protestar, fundamentar por qué se está en desacuerdo con estas prácticas, nunca será en vano.

Gran salute.

pau -

Hace tiempo y debido a una fuerte discusión, una buena bloguera me convenció del grandioso y noble arte del toreo, del bueno, claro. Vivo desde entonces en un incierto torbellino de contradicciones, puesto que nunca aceptaré como arte la tortura a un animal, sea racional o irracional.

Por desgracia yerras. Son bastantes, y a la vista está, los que consideran justo y tradicional apalizar periódicamente a SU mujer, ir a burdeles para acostarse con niñas (a poder ser tercermundistas, eso lo dijo no recuerdo quien de la COPE) y declarar una guerrita periódica para eliminar la población sobrante, eso sí, también tercermundista ya que esos, según aquellos, no poseen los mismos sentimientos que los del primer mundo y, por tanto, no es tan terrible su muerte.

Un abrazo.

Scarlett -

Nunca he entendido como en un país donde se tiene al toro casi como símbolo de identidad, encuentra tantas formas de hacer sufrir al pobre animal.Las corridas, incitarlo para que caiga al mar, acorralarlo y matarlo a punta de lanza... De esta última también me enteré por el periódico y leía incrédula la noticia. Me es imposible entender qué placer se puede sentir con todo ésto y me da mucha tristeza e impotencia que alguien pueda sentirlo.
Un beso

elisa de cremona -

vaya evolución.. del tomatico pueblerino y sabroso, llegamos a las fiestas tradicionales asesinas...
ojalá nunca se vuelvan tradiciones lo de pegarle a la mujer o violar a las niñas... tan lúcido tú.
un beso

amalia -

Me pareció un lindo ejemplo de venganza poética:

SLAWOMIR MROZEK

La mosca

Me estaba molestando una mosca. Yo la espantaba, pero ella volvía, así que la volvía a espantar.
-Conque no, ¿eh?. Vale, esperaré a que…
Se apartó un poco y se posó sobre un perro muerto.
-¿A qué? –pregunté.
No contestó. Y yo no insistí, temiendo conocer ya la respuesta.

Apostillas literarias -

Para mi la llamada "fiesta de toros" es tan repugnante, sanguinaria y cruel, querido Roberto, que jamás he entendido porque cuando el toro de tanto dolor que padece intenta huir y en su paso se lleva al torero ¿por qué la gente odia al toro?, esto si que me es incomprensible.

Se deberia de permitir a los toros "torear" a los toreros, yo asistiría a ver esta justicia poética.

maray -

infelizmente, Roberto, la autoridad competente no te hara ningun caso. Es tradicionalmente sorda. Todas lo son.

amalia -

Roberto tus pensamientos de carretera siguieron recorriendo camino en mi mente, esta vez a lo largo de la autopista que une a München con Dachau.Hay tantas tradiciones violentas que se siguen aceptando por su ancestralidad (castración de las ninias en algunos países de África,por ejemplo),y son incuestionables para quienes las practican.
Pero la caza,o la tauromaquia tienen el valor agregado del perverso placer de ver morir a la víctima,como en el circo romano.No sé si es el sufrimiento lo que les proporciona placer, o la cobardía de vencer al "contrincante" (en este caso en condiciones infinitamente inferiores).
Desde que nos recomendaste el boomeran(g), lo leo asiduamente; el otro día B.Baltasar publicó una reflexión estremecedora acerca de la caza de elefantes en África.
Me parece que la agresividad inherente al hombre está a la base de estos horrores,y sólo queda canalizarla de alguna manera, y dejarnos de acosar al prójimo.Ojalá te escuche la autoridad!

amaltea -

Dos cosas Sr. Zucco:

1º- Ja, Ja “termínate los tomaticos, que están muy buenos, que no hay que dejar nada en el plato, maño…”.
A veces me parece increible que usted sea la misma persona. Esa que conoce a lo más florido del mundo artístico-político-intelectual y sea capaz dos días después de disfrutar de esa compañía.
¡¡¡Quién tuviera tomates y abuela!!!!!

2º- Yo también leí en El Pais esa noticia y me dejó bastante afectada. Yo no estoy en contra de la fiesta de los toros. Nunca he asistido a ninguna y no sé si lo haré, pero bueno...no dejo de ver "un par" en los toreros que se ponen delante del toro y en la belleza que como animal tiene el toro en sí, que me parece muy bello, pero estos actos atroces, de hacer sufrir por sufrir, de ensañarse con el animal, de llevarlo a la agonía más cruda...Por favor, costumbres ancestrales en las que podemos ampararnos hay muchas y hasta pueden estar justificadas además, pero esto...es la crueldad llevada a su grado sumo.
No te quiero contar si estos señores tienen delante a su vecino, cuñado, hermano o tío que les hayan jugado alguna mala pasada. Herir por herir...

A sus pies venerado Zucco