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roberto zucco

Adiós Cataluña

Adiós Cataluña

Llevo varios días sin escribir nada, acribillado a reuniones y viajes cortos. Pero he leído un libro excelente: “Adiós, Cataluña”, de Albert Boadella, director teatral, fundador de Els Joglars, hombre polémico y significado, significadísimo en el antinacionalismo catalán, y amigo mío. Reposaba en la mesilla de noche y por fin le ha tocado el turno.

  

Me parece un libro memorable, escrito desde el despecho, la tristeza, la ternura, el humor y, siempre, en todas y cada una de sus páginas, desde la inteligencia. Está dividido en dos tipos de capítulos: los que Albert dedica al amor, y que se centran en su convivencia con Dolors Caminal, su mujer desde hace más de treinta años, y los que dedica a la guerra, es decir, a este conflicto con la tribu catalana de la que él ha decidido finalmente excluirse, teóricamente vencido.

  

Los capítulos del amor son una delicia. Yo conozco también a Dolors, pero menos que a Albert. Siempre me pareció una mujer sutil, cultivada e inteligente, con la misma sonrisa amable tanto si estamos comiendo en un buen restaurante o visitando unas obras, con barro hasta las orejas. He visto pocos cuadros suyos, pero los que he visto me parecen como ella: elaborados, sinceros y de una gran técnica, realizados con una aparente sencillez pero poseedores de una evidente complejidad que no abruma, sin embargo, a quien los observa. Es una mujer de apariencia frágil, pero rotunda, firme y exacta en sus apreciaciones. Albert va mostrando estas y otras capacidades, y la presenta como una especie de milagro en su vida, que ha sido plácida y feliz, a pesar de los pesares, gracias en buena medida a vivirla a su lado. Emplea adjetivos tiernos y generosos para describirla, subraya alguna de sus metódicas costumbres diarias y, en definitiva, nos describe una historia de amor, que encierra mucha dosis de satisfactoria cotidianeidad: los desayunos con mermeladas, las flores en casa, los detalles que para algunos serían superfluos pero que para esta pareja afortunada son, sobre todo, síntomas de un tipo de refinamiento irrenunciable. Yo sabía que se querían, lo que no sabía es que se querían tanto y tan bien.

  

La guerra. Ahí encontramos mucha tristeza, mucho sorbo amargo. Mucho de todo esto, porque yo sé que Albert nunca hubiera querido escribir estas páginas. Hace veinticinco años me dijo que se sentía feliz de saber hablar y escribir en las lenguas de Plá y de Valle Inclán. Yo pensé mucho entonces en aquella frase y me ha servido de antídoto siempre para contrarrestar el veneno ideológico de muchos queridos amigos catalanes y vascos, que lo son y lo serán siempre, y que no piensan como Albert. Esos grandes amigos con los que dejé de hablar seriamente hace tiempo de este tipo de cuestiones, por temor a perderlos y a que me pierdan por el camino.

  

Albert, como es público y notorio, denuncia una situación de opresión cultural, lingüística y política nacionalista, que viene del pujolismo y al que, en su opinión, Pasqual Maragall no puso en su momento el freno que debiera y que él esperaba. La desgracia de su diagnóstico es que la culpa no es ya solo de unos políticos que ejercen una suerte de interesada y corrupta dictadura, sino de una ciudadanía pesebrista, contaminada, cómplice, y con las facultades mentales ya demasiado erosionadas por tan prolongada sumisión. Por eso dice que se va, por eso se ha ido. El cáncer está ya demasiado extendido.

  

Pero claro, Albert es por convicción vocacional el hombre que en este país más y mejor ha desarrollado la capacidad de morir matando, y de tocar sabiamente los cojones. Son memorables las líneas que dedica a relatar sus pequeñas e inteligentes travesuras, auténticos perdigonazos en la piel del dinosaurio. Para el que no lo sepa, diré que un perdigonazo con sal escuece una barbaridad. A mí me dieron uno en el culo cuando era niño y todavía me acuerdo de sus efectos. Pues bien, esas cartas endiabladas, esas bromas salvajes, tal vez sean  munición pequeña comparada con los misiles de largo alcance que el poder emplea, con su ejército de profesionales de la cosa, entre los que Albert destaca a los periodistas de Cataluña, excluyendo a muy pocas excepciones. Pequeña pero dolorosísima. Y este señor no se ha privado jamás de utilizarla.

  

Por último, una reflexión. Yo creo que este libro sería insoportable para muchos de los que él denigra si algún día llegaran a leerlo, algo más que improbable. Independientemente de argumentos y razones, lo que le sacaría de quicio, por ejemplo, a un alcalde medio listo de Esquerra Republicana no es tanto la teoría contraria que en él se expone y desmenuza, sino la convicción de que quien lo ha escrito es un hombre feliz y enamorado, millonario y triunfador reconocido e indiscutible en su profesión.  Un hombre que le puede mandar a la mierda porque para nada necesita de sus favores, subvenciones y prebendas para seguir viviendo, desayunando y trabajando. Un hombre libre que, finalmente, se la sudan los idiotas.

  

Por eso se va, como ya hizo un día literalmente, enseñándoles metafóricamente el culo.

 

6 comentarios

Incrèdula. -

Seria bo que Boadella superés la seva crisi psicològica. No pot ser que ens enganyés a tots quan postulava a favor de la llibertat d'expressió. Era el nostre ídol, créiem en ell i l'admiràvem. Aquest canvi és desconcertant i no pot ser real.

Catalana de sang -

Me leeré el libro, quiero saber el porqué dice "Adiós a Catalunya". Soy catalana y tengo interés en conocer vivencias y opiniones (muchas veces erróneas o demasiado subjetivas) que tienen de nosotros.
Sense cap dubte, estimo la meva terra.

rythmduel -

Muy cierto; comparto tu aprecio por el libro de Boadella y la reflexión consiguiente. Si me permites una recomendación que completa esa visión de la realidad de la Cataluña actual, hay un excelente ensayo en catalán (no sé si estará traducido), "Filologia catalana", de Xavier Pericay, que constituye un lúcido testimonio de amor y desolación por partes iguales. Te veo en forma, Roberto. Mis mejores deseos para este 2008.

Si te dijera que soy -

Irse de tu tierra es casi lo peor que le puede pasar a uno, tener que irse, independientemente de las ideas que se tengan o de lo que sea uno.

pau -

Lo conocí hace muchísimos años, también a algunos de sus primeros actores...
La verdad, ya era hora que se fuera. Nunca se hecha de menos a los niños con rabietas.

ListoComics.com -

Si de verdad abandona Cataluña, le echaremos de menos

http://lacinefilia.blogspot.com/2007/12/adis-boadella.html