Mi patria es mi infancia.
En realidad mi abandono de esta pintoresca actividad deportiva ocurrió afortunadamente cuando ya le había tomado la medida a la nueva facultad y a la nueva carrera universitaria y había adquirido una cierta costumbre de madrugar. En aquella nueva Facultad, “la fábrica de harinas”, comprendí muy pronto que había personas que me daban cien vueltas en algunos aspectos en los que precisamente me creía insuperable. Fue una lección de humildad que me sirvió también para constatar lo que ya sabía: que en el colegio de los jesuitas no había aprendido casi nada.
La característica común de todos estos chicos era la de haber estudiado en centros públicos, y no en colegios como el mío. Allí me encontré con gente que había leído mucho más que yo; gente con una preparación política muy superior a la mía, y gente, en suma, mucho mejor formada para afrontar unos estudios de carácter humanista. Mi referencia fue enseguida un tal E.C. (“Lalo”, para los amigos), que era un tipo gordo y muy poco agraciado físicamente, pero que poseía un poso cultural extraordinario y una excelente capacidad para comunicar y servirse en público de sus conocimientos. Recuerdo que a él le oí por primera vez hablar del “Ulises”, de Joyce, en unos términos de auténtico y contagioso entusiasmo. Pero, sin duda, la gran sorpresa de aquel primer año la constituyó el hecho de conocer a Juan José Carreras, Catedrático de Historia Contemporánea, y escuchar atentamente sus lecciones. En realidad, además de una sorpresa, aquello constituyó un acontecimiento de gran importancia para mi desarrollo personal e intelectual posterior. Como decía en el post que le acabo de dedicar con motivo de su muerte, acaecida tan solo unos días, es tal vez una de las dos personas, junto con mi padre, a las que considero mi maestro. Aquel hombre me inspiró desde el primer momento confianza y simpatía. Era muy correcto en su trato y llegaba a clase relajado y sonriente. Los primeros días los dedicó preferentemente a desmenuzar la novela “Opiniones de un payaso”, de Heinrich Bool, a quien acababan de conceder el Premio Nobel de Literatura. La verdad es que desconozco si además de esa coincidencia había alguna razón de fondo para hablarnos de la obra de el novelista alemán, aparte de que este hombre aporta una lúcida reflexión sobre el nazismo y sus consecuencias morales y políticas, pero me encantaba escuchar a aquel hombre que no parecía tener prisa alguna en adentrarnos en el programa oficial de la asignatura, si es que lo había. Mientras duraron estas lecturas y a lo largo de todo el curso, Carreras nos quitó todos los prejuicios sobre el estudio de la Historia, cuestionando en primer lugar su propio concepto. En ese sentido, sus clases fueron toda una revelación. Comprendí muy pronto que lo importante no era la acumulación de datos y batallas, sino conocer las causas que provocan los fenómenos sociales. Y de entre ellos, la más importante: la lucha de clases.
Con esa nueva orientación, menos de fascículo divulgativo y bastante más exigente y científica, la Historia se convertía automáticamente en un conjunto de conocimientos que no solo me podía servir para comprender etapas del pasado, como la guerra civil española, sino para interpretar adecuadamente mi propia realidad exterior presente. Y eso era lo que a mí me hacía falta en ese momento de mi vida: un apoyo metodológico e intelectual que conectara con mi necesidad personal de comprometerme con el momento que vivíamos en España y que estaba marcado por un viejo dictador que se mantenía férreamente en el cargo. A partir de ahí todo se precipitaba hacia un cambio interior que me fascinaba y me aterraba a partes iguales. Comenzar a leer libros de Marx, revistas de orientación marxista, etc., fueron conformando despacio pero inexorablemente la persona que todavía sigo siendo.
Hoy veo aquel periodo de mi vida como un momento en el que Roberto Zucco podía haber sido de una manera y terminó siendo de otra. Es decir, creo que viví en una especie de encrucijada de caminos y que opté por seguir hacia un sitio concreto. Creo que esta vez al menos acerté.
10 comentarios
Scarett -
invadida por el espíritu navideño que desprende hoy mi ciudad y del que me he contagiado después de dos meses de constante asedio, te deseo lo mejor, y no sólo en " estos días tan señalados" . Sigue disfrutando de lo bueno y aprendiendo de lo no tan bueno.
Un abrazo
Roberto a Abbey Road -
Abbey Road -
Hoy después de comer me he metido en Internet por ver si había algo nuevo de mi pueblo (Atienza, Guadalajara). Me refiero a fotos y cosas por el estilo. Lo hago habitualmente. Me he quedado perplejo y ojiplático al leer lo del supuesto beato.
He seguido mirando en el blog y he visto los cuatro textos de los Beatles (ya véis, mi nick es Abbey Road) y ya ha sido el colmo cuando en algún otro sitio he leído algo sobre el Real Zaragoza (yo hice la Primera Comunión en la época de Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra).
Por favor, Dueño/Administrador del blog, me gustaría contactar contigo, ¿sería posible?
Un saludo.
Ambrose Chapel -
feliz na... bueno, ná! Eso, que te vaya bien en estos próximos días y en los 365 que van a continuación.
Te sigo expectante desde la grada.
Miranda -
Está todo muy bonito, curioso, ordenado, limpio, da gusto.
Y tu texto, como siempre, me deja pensando con ese regusto que se tiene cuando se piensa en el pasado.
Beso.
M.
pepe penas -
Mj -
Dejo un saludo, desde el Sur.
Chusbg -
Por cierto, no te he agradecido que me hayas enlazado, ha supuesto para mi una gran alegría.
Un saludo
rythmduel -
Fernando Almeyda -