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roberto zucco

Como la vida misma

Chikilicuatre

Chikilicuatre

Mientras hago zapping me encuentro a Chikilicuatre interpretando ese bodrio de canción que este año representa a España en el Festival de Eurovisión. Ya puestos, me quedo, y veo las últimas actuaciones y la votación, que ya no es lo que era.

 

Recuerdo –todos lo recordamos-, aquellas noches en las que desde cada país de Europa, se votaba y en ello parecía irnos la vida. En un mundo precario en cuanto a tecnología y comunicaciones, este Festival nos parecía un auténtico milagro, y las votaciones, el ritual de una democracia extraña y lejana, que para los españoles era, por cierto, la única. El régimen de Franco se la jugaba cada año y aquel “La, la, la”, le vino muy bien a Massiel, pero le vino mejor a Franco porque desde España y a través de ese abrigo de chinchilla se daba una imagen falseada de normalidad, incluso de glamour, y de que en este país éramos muy marchosos y creativos.

 

Porque si entonces ir a Eurovisión era una cosa muy seria, ganar el Festival era una hazaña propia del mismísimo Viriato. En realidad hasta hace muy poco que participar y ganar todavía lo eran. Recuerdo que cuando Rosa, la cantante ganadora de la primera edición de Operación Triunfo nos representó, volvimos a sentir colectivamente otra vez una sensación de que nos estábamos jugando algo importante, como consecuencia de que ese programa significó una auténtica bomba. Por un momento pensamos que los demás conocían a nuestra querida concursante como nosotros la conocíamos y queríamos, después de haber competido durante meses con Bisbal y Bustamante, entre otros. Por eso, cuando quedó la séptima en Letonia en la edición de 2002, se produjo esa reacción tan airada y se alimentó nuevamente la teoría de la conspiración contra las esencias de la patria.

 

Para nosotros se ha mantenido inalterable una cosa y ha cambiado claramente otra.

 

Lo que se mantiene igual es José Luis Uribarri, cuya voz al menos parece que no envejece. En su retransmisión habla como si los países fueran grupos de colegiales traviesos que se votan unos a otros en función de la coincidecia en sus gustos y planes para los fines de semana. "Son como niños, los bielorusos...", parece querer decirnos cuando éstos votan a los letones. Lo curioso es que con ese paternalismo que le caracteriza hacia este festival tan querido para él, la mayor parte de las veces acierta en los pronósticos. Es decir, manejando estadísticas e intuición propia, casi es el único que ya sabe quien va a ganar, incluso antes de que los europeos voten y los participantes participen.

 

Lo que ha cambiado es la propia consideración del Festival. Mandar a Chikilicuatre es, además de una broma de dudoso gusto, un desafío a la propia ortodoxia y a las esencias que en otro tiempo se consideraban sagradas. Mandar a ese actor de La Cubana, haciendo un personaje que, según sus propias declaraciones, ya empieza a pesarle como una losa, es ir a perder directa e irremediablemente y, de paso, a reírse del propio festival.

Esto ha ocurrido en una edición en la que, a juzgar por las impresiones de algunos comentaristas, el nivel de calidad ha sido bueno, o mejor al menos que en años anteriores, lo cual subraya y cuestiona todavía más la estupidez de mandar a este señor que, por cierto, se ha quedado en el puesto 17, pero gracias a los doce votos amistosos de Andorra. ¿Son como niños los andorranos, verdad Uribarri...? Da la impresión de que la ocurrencia de Buenafuente ha derivado en bromazo que al final se han terminando tragando sus propios instigadores.

 

Zaragoza no quiere ser de segunda

Zaragoza no quiere ser de segunda

Yo creo que en este momento Zaragoza y los zaragozanos estamos atravesando un momento de expectación. La ciudad cambia día a día, y después de unas obras que han contribuido a ponernos de mala leche durante semanas y semanas, aparecen, como por arte de birlibirloque, una nueva pavimentación, una nueva plaza, una nueva iluminación en la calle, y, sobre todo, el río Ebro. Porque, a diferencia de lo que les ha pasado a algunas de las grandes ciudades europeas que se han sentido orgullosas de su río, para nosotros el Ebro ha sido el gran oculto, o, en el mejor de los casos, un límite sicológico y urbano del que preferíamos prescindir en nuestras vidas cotidianas.

 

El otro día paseé por el río con mi hijo y ambos disfrutamos de esas nuevas riberas que conducen a la Expo, atravesando jardines, imaginativas fuentes y espacios de ocio. Miles de personas como nosotros reían alborozados, y escuché a un joven decir, imbuido de una extraña madurez reflexiva, que las generaciones anteriores no habían tenido la suerte de disfrutar de un paisaje que estaba tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. Una nueva pasarela peatonal une los barrios del Actur y de la Almozara, cercanos en la distancia, pero separados históricamente por el río, que ejercía de frontera. Ahora hasta parece que los edificios de un lado y de otro se han dado la vuelta para mirarse a la cara, aburridos ya de darse la espalda durante decenas de años de mutua indiferencia.

 

Pues sí, Zaragoza está cambiando para bien. Son ya, sin duda, los primeros compases del "efecto Expo", que además de lo que va a significar en sí misma durante los tres meses de celebración, nos va a dejar un nuevo urbanismo, un parque metropolitano extraordinario y una transformación de las riberas del Ebro sencillamente espectacular, salpicada por intervenciones de los mejores artistas del mundo. A algunos nos gustaría que, además de todo esto, que es mucho, nos dejara también un cambio de mentalidad que nos hiciera ser más optimistas, más confiados en nuestras propias fuerzas, más abiertos y tolerantes, y más generosos.

 

Y, en ese contexto de esperanza, el Real Zaragoza acaba de bajar hace tan apenas unas horas a la segunda división del futbol español. El que se decía que era la mejor plantilla de sus setenta y cinco años –este año se celebraban, precisamente-, ha perdido hace unas horas un partido en Mallorca que, de haberlo ganado, hubiera mantenido al equipo en primera. Supongo que alguno de los que leen estas líneas puede calibrar el perjuicio que esto representa. No solo porque el futuro económico y deportivo de la entidad está ahora mismo en la cuerda floja, sino porque, en el momento en que escribo estas líneas, hay miles de zaragocistas con el corazón partido, como yo lo tengo.

Una nueva etapa...?

Una nueva etapa...?

Durante estos meses pasados no he escrito nada en este blog, y hoy, sábado por la tarde, solo en casa y un poco aburrido, entro en él y me pongo a escribir estas líneas que supongo que son el comienzo de una nueva etapa.

 

Como ya dije una vez, no hay nada más triste que ver un blog abandonado por su dueño, como si fuera un perrillo en mitad de la ciudad. Es un espacio desolado, y en donde se va amontonando la inmundicia, el polvo, los residuos, y, esporádicamente, algún comentario, escrito por algún lector que entró por casualidad preguntando: “Hay alguien ahí…?” Y no, dentro no hay nadie que pueda contestarle. Hace poco estuve visitando las ruinas de Belchite, ese pueblo aragonés destrozado por las bombas republicanas durante la guerra civil, y me acordé de mi propio blog con un cierto sentimiento de culpa.

 

En el mío no ha habido nada nuevo desde que reproduje estos versos de Angel González el día de su muerte.

 

Me gustaría volver a escribir cada día, o al menos eso creo ahora. Como ya he dico en alguna ocasión, empecé en esto por pura casualidad: una tarde de domingo leí en El País que “el fenómeno de los blogs era uno de los más relevantes en el mundo de internet en Estados Unidos”, y, llevado sobre todo por la curiosidad, me encontré metido en ese mundo casi sin pretenderlo. Hasta ahora he tenido tres blogs, y en todos he utilizado como seudónimo el nombre de Roberto Zucco, ese personaje de asesino misterioso ideado por el autor teatral francés Bernard Marie Koltés y que da nombre a una de sus escasas piezas.

 

El primero (www.roberto_zucco.blogs.com) se mantuvo durante los dos primeros meses de 2005, y me sirvió sobre todo para diseñar los temas sobre los que iba a escribir en el segundo (www.robertozucco.bitacoras.com). Este llegó a tener una cierta repercusión en esta indefinible audiencia de la blogosfera. Gracias a él conocí a algunos amigos y amigas. Y cuando digo conocí, digo conocí. Fue un periodo de dos años extraordinario, acumulé casi trescientos artículos, y esa pequeña obligación de escribir no solo no fue para mí una carga, sino, por el contrario, fue algo que sirvió para disciplinarme, para enseñarme a mí mismo a hacerlo cada día un poco mejor. En algunos momentos el blog de Roberto Zucco fue una plataforma de opinión sobre temas variados relacionados con la cultura, la política, la literatura, el teatro, etc. Recibía muchos comentarios al día, desde España y Latinoamérica, y eso me obligaba a su vez a ponerme las pilas y seguir escribiendo. Fue estimulante para mí y creo que para algunos fieles que esperaban con cariño mi siguiente entrega para sumergirse conmigo en el debate o simplemente para leerme en la oscuridad discreta del anonimato.

 

Pero estas cosas van unidas a las experiencias personales que uno va teniendo en la esfera de la vida real, valga la expresión. Mi vida se agitó en lo personal y en lo laboral y ambos aspectos fueron acaparando demasiado mi paleta de pinturas y de temas. En cuanto a lo primero, comencé a vivir una experiencia sentimental que eclipsó otros aspectos de mi vida, y ahora me doy cuenta que mi blog se convirtió en exceso en una crónica sentimental de mí mismo. Abandoné los temas que más interesaban a mis lectores habituales y conté en exceso los pormenores de una relación que atravesó momentos de zozobra motivados por el origen de mi pareja y su situación de ilegalidad en España.

 

Coincidió ese periodo con un cierto hartazgo de bitácoras, la empresa que alojaba mi blog, que se estropeaba un día sí y otro también, y en donde colgar un post nuevo se fue convirtiendo en una especie de odisea. Y me pasé aquí, a blogia (www.robertozucco.blogia.com), en donde seguí escribiendo en la dirección apuntada manteniendo la mayor parte de las secciones que había creado en mi anterior morada. Pero fue el declive porque en esa ocasión mi trabajo, muy absorvente e intenso, me obligó a viajar, a reunirme, a pelearme con mi jefe, y toda esa actividad me fue robando el tiempo y restando paulatinamente la motivación.

 

Primero fue la frecuencia en escribir que se fue espaciando lentamente: de hacerlo todos los días sin dificultad alguna, pasé a hacerlo cada dos días, cada tres, cada semana… Paralelamente los temas, que se iban acabando poco a poco. Consecuencia de ambas circunstancias, escribir se fue convirtiendo en una progresiva pesada obligación que ya no me reportaba el placer del principio y que se fue transformando sencillamente en una carga insoportable.

 

Hasta que hoy, sábado por la tarde, mientras que en la televisión un locutor vocifera los goles del Barcelona ante el Murcia, ya descendido a la segunda división, y un día antes de que el Real Zaragoza juegue contra el Mallorca el partido de su salvación o de su condena, he entrado en mi último blog, y obedeciendo no sé que extraña voz interior me he puesto a escribir estas líneas que van a ser las primeras de una nueva etapa.

 

No me comprometo a nada porque no quiero decepcionar a nadie, pero asumo esperanzado la obligación -tierna y dura obligación-, de escribir para cuantos queráis leerme de vez en cuando.

El aborto, otra vez

El aborto, otra vez

La policía detiene en Barcelona a Carlos Morín, médico en cuyas clínicas se hacían abortos a fetos de ocho meses y cosas así. Y el asunto saca a colación diversos temas colaterales que son los que verdaderamente me molestan. Que metan en la cárcel a este carnicero me parece un síntoma de que el sistema funciona, como suele decirse. Que vuelva a plantearse nuevamente el debate sobre aborto sí, aborto no, me parece, por el contrario, un síntoma de que el sistema no funciona del todo bien.

  

A raíz de este tema veo un debate en Antena 3. Supongo que esta cadena está en el ojo del huracán después del lamentable suceso acaecido como consecuencia de que una muchacha rusa muriera asesinada por su pareja después de asistir ambos a uno de esos programas basura que tanto gustan a la parroquia. Para cambiar esa imagen montan un debate que pretende ser muy serio y riguroso sobre el aborto con pausas publicitarias de casi veinte minutos, lo cual hace imposible seguir el hilo argumental de los debatientes. Pero bueno, en realidad para qué, si cada uno de ellos viene con su idea propia y lo que diga el de enfrente es considerado como una estupidez.

  

Y a veces con razón. Los de las asociaciones “provida” y similares atacan el aborto, faltaría más. Los progresistas lo defienden, o, mejor dicho, defienden que exista la posibilidad legal de abortar para quien desee hacerlo. Un médico dice que el debate social ya se hizo hace unos años y salió que sí. Es decir que se autorizaba el aborto en ciertos supuestos. Y Lidia Falcón denuncia que a día de hoy en Navarra, por ejemplo, ni supuestos ni hostias: allí no se aborta y punto. Faltaría más. Las navarras, como antes les pasaba a las españolas en general, se van a abortar a otro sitio y, en consecuencia, el aborto no existe.

  

Ahora yo me acuerdo de la polvareda que montaron los “providas” estos y la derecha de siempre. La derecha se opuso también al divorcio y luego han utilizado la ley a troche y moche. Me gustaría saber cuántas señoras que se oponían al aborto al final han terminado abortando. Porque al final la mayoría conseguimos una regulación bastante razonable, aunque en la práctica ha seguido habiendo problemas y resistencias. Pero la regulación, repito, era y es razonable. Y ahora viene este mamón de médico y se pasa siete pueblos. Resultado: no solo se habla de que este señor es un caradura sino que vuelve a salir a la palestra un asunto que ya estaba hablado. Este tipo ha tenido la dudosa virtud de aprovecharse de nuestras conquistas, ensuciarlas, y, de paso, beneficiarse económicamente de las mismas.

Porque comparativamente se habla poco de él y mucho de un tema del que, repito, ya hablamos en su momento y quedó claro lo que pensábamos la mayoría.

Cercanías

Cercanías

Cercanía 1.

 

Paso parte del fin de semana en Barcelona y compruebo el asunto de los trenes de cercanías. Es un auténtico desastre. El tren llega a la estación de Tarragona y allí nos esperan unos autobuses. Todo son atenciones, que de alguna manera intentan paliar las deficiencias y las molestias: descargar las maletas, introducirlas en la bodega del autobús, etc. Toda esta maniobra genera un retraso importante. Si esto me molesta a mí, que no he tenido que madrugar y que en el fondo no tengo prisa alguna en llegar, me imagino lo que debe ser padecerlo todos los días dos veces para ir y volver del trabajo.

 

Intento fijarme en lo que en Barcelona y Cataluña todo el mundo sabe: las infraestructuras son aquí un desastre, desde luego mucho peores que las de Madrid y sus inmediaciones. Se nota que después del esfuerzo inversor que el estado hizo en el 92 con motivo de las Olimpiadas, se ha dejado un poco de la mano de dios a esta parte de España. Lo peculiar del caso es que Cataluña parece la comunidad favorecida por excelencia. Creo sinceramente que no es verdad, que ya no lo es.

 

Cercanía 2.

 

Ya en Barcelona. Me hospedo en un hotel que está en Vía Meridiana. No me gusta nada. No se corresponde para nada con la catalogación de calidad que se le supone. Es viejo, destartalado y feo y los recepcionistas no son nada simpáticos ni atentos con los clientes. Por si fuera poco, la habitación es claustrofóbica y me largo rápidamente de allí para irme a cenar con una persona que me apetece mucho ver desde hace tiempo. Cenamos en un japonés. La conversación es agradable y la copa posterior también. Amigos/as lectores: esta vez no diré de qué va el asunto. Lo que sí puedo informaros es de que la habitación está exactamente igual de desastrosa cuando llego a ella unas horas más tarde. Me duermo con la televisión encendida.

 

Cercanía 3.

 

Tren de vuelta. Misteriosamente no tuvimos que hacer ningún trayecto en autobús. Por lo visto hoy RENFE aplica otras soluciones. Nos evitamos los trasbordos pero no el retraso. Creo que me duermo un rato. Cuando me despierto, leo por encima el suplemento cultural de La Vanguardia. Aparece un artículo sobre el coeficiente intelectual de los presidentes de los Estados Unidos. Me hago una apuesta a mí mismo: deducir la inteligencia por la cara. Es curioso: los acierto todos, del más tonto al más listo, y perdón por la expresión. El más tonto no haría falta decirlo: Busch hijo, aunque el padre tampoco tiene mucho más cerebro.

 

Cercanía 4.

 

El domingo en Zaragoza es rutinario. Pierde el Zaragoza, no salgo de casa y me entero de la monumental bronca que se monta en la cumbre iberoamericana de Chile. Chaves es un tocapelotas, tiene todos los tics del dictador latinoamericano de toda la vida, con ese discurso arrogante y demagógico que unas veces se apoya en el agravio histórico y otras en un populismo infumable. Pero claro, tiene razón: Aznar es un fascista. El Rey de España le corta de malos modos, y luego se va. Tampoco me parece bien. El no es el moderador, y creo que mete la pata en las formas y el fondo. Estoy de acuerdo con Llamazares.

 

Me entero también de la monumental batalla en la estación de metro de Legazpi. Muere un chico de dieciséis años que acudía a una concentración antifascista. Después sus compañeros antifascistas queman unos cuantos contenedores en protesta por casi todo. Pobre chaval.

 

Por la tarde mi tía M. me llama desde la residencia para hacerme un diagnóstico sobre lo mal que está el mundo. Si ella supiera.

Televisión

Televisión 1.

Veo “Gran Hermano”. Lo empecé a ver por casualidad, y, desde ese día, no dejo de verlo ni un día a través del canal que retransmite hasta cuando roncan en la iluminada oscuridad de la habitación en la que duermen. Ni yo sé porqué lo hago, pero lo cierto es que lo hago. Los concursantes no me merecen especial interés, ni los conflictos que entre ellos se van creando. Tampoco me parece especialmente brillante el planteamiento de esta edición, en donde se incluyen trampas para los concursantes, nuevas entradas, viajes a otros países, etc. Mercedes Milá cada día está más enloquecida y autoritaria. Es decir: nada de lo que veo me gusta y, a pesar de eso, sigo viendo el programa. Supongo que un gabinete de sicólogos, comunicadores, guionistas, etc, han diseñado todo esto para que a la mayoría le pase como a mí. Es decir, que veamos algo por pura inercia, distraídamente, pero que no podamos dejar de verlo.

2.

Ayer por la mañana, tal y como estaba previsto, se perpetuó el escarnio en la plaza de San Pedro. Los “martires de la guerra civil” fueron beatificados solemnemente por el Papa Benedicto XVI. Moratinos creo que presidía la delegación española y en el informativo de CNN+ escucho y veo a un diputado socialista, nieto de uno de los susodichos, defendiendo la actuación de la Iglesia en este terreno. Después leo en Heraldo de Aragón que a lo largo de los próximos años vamos a asistir a bastantes actos similares, pues hay unos diez mil “beatificables” más...

  

Me parece lamentable. Repito: no debieron quemarse los conventos. Repito: la quema de conventos hay que entenderla como la respuesta airada de las masas encolerizadas contra una institución que consideraban aliada del poder histórico que los tenía sojuzgados. Repito: a estas alturas tan víctimas son los de un bando como los del otro, pero los que desencadenaron la guerra estaban solo en uno y éste es el lado rebelde, mal llamado “nacional”. Repito: la Iglesia se descalifica a sí misma distinguiendo a unos, los de ese bando rebelde, y ninguneando a los otros, el bando republicano, el de los perdedores que, estos sí, sufrieron un exterminio sistemático, tortura, persecución y cárcel hasta bien entrada la postguerra. La Iglesia entonces miraba para otro lado.

3.

Faltan unas horas para que se haga público el veredicto final sobre el juicio del 11-M. Veo a Acebes diciendo imperturbable que el PP nunca estuvo detrás de la teoría de la conspiración. Tiene razón: no estuvo nunca detrás sino delante, inventándosela, alimentándola un día sí y otro también, desde que perdieron las elecciones. Sabido es que hay una cierta tendencia de la gente a olvidar, y en los políticos a falsear la realidad para favorecer ese olvido cuando tal cosa les conviene. Pero con esas palabras Acebes se adelanta a la media normal: le falta poco para asegurar que Aznar no quiso nunca la guerra de Irak y que jamás supuso que allí hubiera armas de destrucción masiva.

4.

Me interesa “59 segundos” en la 1 de Televisión Española. Al principio me parecía la fórmula excesivamente rígida, pero ahora pienso que los periodistas que intervienen se han acostumbrado a restringir sus intervenciones, a sintetizar sus ideas, y que esa metodología sirve para evitar la verborrea innecesaria en aras de la claridad expositiva. Por lo demás, lamento extraordinariamente que a este programa ya no acuda el tipo ese de la COPE que tanto me gustaba escuchar. La caverna ahora está representada, y muy bien, por Isabel Sansebastián. No hay cosa que diga esta señora que no contenga una velada o explícita acusación al gobierno y a Rodríguez Zapatero, se esté hablando de lo que se esté hablando.

  

Recuerdo y echo en falta, sin embargo, aquellos programas en los que se podía hablar sin restricciones, como “La clave”, que dirigía José Luis Balbín. Un día me lo encontré en una cafetería de la calle Abascal en Madrid y se lo dije.

5.

Mi amigo Luis Alegre tiene un programa de entrevistas en la televisión aragonesa. Esta semana su invitado era Gonzalo Miró, el hijo de Pilar Miró. Luis le pregunta por su madre, y el chico, que me parece sensato y bastante normal, reflexiona sobre el linchamiento que sufrió y que finalmente le costó el puesto. Gonzalo decía que el linchamiento empleó páginas y páginas, y que todo, al final, terminó en una columna mínima en la que se intentaba restablecer el honor mancillado.

Esa es la desproporción habitual en la mayoría de los medios: 10 para insultar, vilipendiar, mentir, manipular, tergiversar, etc, y 1 para desdecirse y corregir, si llega el caso. A buenas horas.

Desamparadas

Desamparadas

Esta noche duermo con dos mujeres. Las pongo a uno y otro lado de mi pecho. Las dos se quedaron huérfanas en las últimas horas. Las dos son de la misma edad –la mía-, y las dos lucen un flequillo revelador y maravilloso. A las dos intento consolarles la pena, la misma pena que yo siento, por ellas y por mí mismo, que las adelanté en la tristeza y ahora la comparto con ellas. Pobrecitas. Iris y Matty, descansad esta noche a mi lado, acurrucadas y pequeñas.

  

Se quedaron huérfanas. Estrenan condición en la vida. Ay, la vida, qué rara es la vida que nos hace, en la mitad, aproximadamente, cambiar los papeles, como en las malas compañías de teatro. Porque ambas fueron hijas, y, al final, las dos, sin hijos, fueron madres de sus propios padres y madres. Qué cosas tiene la vida. Esta puta vida que nos desampara a la mitad y nos demuestra que frente a ese desamparo no hay posible preparación anterior, posible vacuna afectiva que palie en modo alguno la sensación de inmensa tristeza. Estos cambios de planes no hay dios que los entienda.

  

Una, Matty, nació en México y es mi primita gemela. Su papá se murió hace unos días y tal vez mi voz, relatándole las excelencias de su Real Zaragoza, le condujo con más serenidad hacia ese final que algunos dicen que es el solemne principio de algo. Yo, que no lo creo y que me apunto siempre en este asunto a la prosa y no al verso de la esperanza, estoy dispuesto a darles el beneficio de la duda por un rato, hasta que se queden dormidas.  Sé que contarles cuentos de estrellas a lo lejos consolará un poco sus almas, aunque sea un poquito, aunque sea para hacerles dormir en noches como ésta, que las tuve entre mis brazos, bajo el cielo infinito, qué narices, bajo el cielo infinito.

  

La otra, Iris, es galleguita, y su mami se le fue de los brazos como una paloma exhausta, casi sonriendo, joven por unos instantes, recompuesta finalmente de sus pesares. Déjame caer en el topicazo: ¿tu madre se iba o volvía?, después de tantos domingos de comprobar tu generosidad solitaria, recompensada con tan poquitas sonrisas, y, tal vez, eso quisiera, con estas líneas que significan para mí toda una declaración de amor: lo que Internet unió aquel día, que no lo separe nadie, que diría Bill Gates, digo yo que diría.

  

Mi primita está como una moto. No para de vivir, ni de escribir, ni de pensar allá al otro lado de todos los mares de la vida. Mi amiguita, por su parte, no para de explicar que dos y dos son cuatro, aunque ella misma mantenga inconfesadas dudas al respecto. Y ambas coinciden en haberse quedado un poquito solas y en mirar hacia el cielo por las ventanas de sus hermosos ojos. Y en el flequillo, que es todo un síntoma de que las dos se sienten perseverantemente niñas.

  

Por eso, porque se sienten niñas huérfanas, las he colocado esta noche en mi regazo. Para que se duerman y sueñen que corren de la mano de su padre y de su madre, como cuando realmente lo eran.

Si leen ustedes estas líneas, no hagan mucho ruido al enlazar las sílabas: hace un rato que las dos respiran al mismo compás de la noche.

Otoño, una vez más

Otoño, una vez más 1.

El país se repone de la decepción. Finalmente la selección española de baloncesto no conquistó la medalla de oro en los pasados campeonatos de Europa. Estas cosas, estas frustraciones hubieran sido impensables hace unos años, en los que quedar octavos o novenos producía la frustración. Algo así les debe ocurrir ahora a los pocos aficionados a la selección de EEUU, que a pesar de estar integrada pos jugadores de la NBA, o tal vez por eso mismo, se están acostumbrando a perder. En la vida todo es relativo con respecto a valores cambiantes y a perspectivas diversas. Aquella medalla de plata en los Juegos Olímpicos de los Angeles supo a gloria y esta medalla de plata suena a fracaso.

  2

Leo “Memorias de ultratumba”, de Chateaubriand. A esta estación llegué de la mano de Paul Auster. Releí recientemente en República Dominicana su novela “El libro de las ilusiones” y en ella su protagonista, un profesor universitario en una situación personal desesperada, le encargan la traducción de este hermoso libro. Esta circunstancia coincide con otras peripecias internas de la novela y a mí me despertó el apetito de enfrentarme a las seiscientas páginas con espíritu de lector de fondo, sabiendo que será mi compañía a lo largo de los próximos días, que me acompañará en mis viajes y que será lo último que verán mis ojos por las noches.

  

Me maravilla. Está extraordinariamente escrito. La mirada de Chataubriand es distante e intelectualizada. Por sus páginas flota una visión romántica, reaccionaria y profundamente religiosa. La revolución francesa fue para este hombre cultivado y cosmopolita una sucesión de despropósitos y de actos de crueldad que él sin embargo describe con gran amargura pero con cierta contención y sutileza. Me siento cerca de ese buen gusto del autor y lejos de sus opiniones políticas, de esa adhesión monárquica incondicional, de esa adoración por el mundo que representaba el "ancien régime" y que ante sus ojos atónitos empezó a dejar de existir.

  3

Hablando del antiguo régimen: en alguna ocasión he escrito sobre mi tía M. Es una mujer extremadamente conservadora, permanentemente atemorizada por la vida y sus circunstancias. Vive pensando que se va a derrumbar el techo de la habitación, que va a desbordarse el río más cercano, y que va a declarse el próximo fin de semana la tercera guerra mundial. Siempre fue así, pero con los años sus tendencias naturales se han afianzado todavía más. A raiz de la muerte de mis padres, decidió irse a vivir a una residencia y su nuevo temor consiste en creer ahora que llegará un día en que no podrá pagarla. Yo sé que eso no es verdad porque tiene bien guardados los ahorros de toda una vida y la cuantía de los mismos le van a permitir vivir confortablemente y sin ningún tipo de agobio.

  

Hace un rato le contaba a mi amiga Eva que ayer fui a verla y entre nosotros se produjo una extraña conexión. No recuerdo el momento en que empezó a hablar del pasado, y en concreto del momento en que mi familia materna, mis abuelos, mi tío, mi madre y ella se establecieron en Zaragoza en 1952 llegados desde Andalucía. Parecía ensimismada, muy concentrada en los recuerdos y en los detalles y sus ojos se llenaban con frecuencia de lágrimas. Yo la dejaba hablar y llorar mientras atardecía con parecida suavidad a la cadencia de su voz. Vive atemorizada, sí, absurda e inutilmente atemorizada, pero ayer por la tarde pude conocer algunas razones que dieron origen a ese carácter temeroso y desconfiado. Me habló de algunos comportamientos de personas ya desaparecidas y situaciones familiares que a ella y a sus hermanos les afectaron profundamente y que yo desconocía por completo. Pertenecen a ese tipo de realidades que siempre se intenta ocultar por vergüenza o por miedo. Salí de la residencia sabiendo más de mi propia familia y de mí.

  4.

Mañana llega el Otoño  y mi hijo cumple once años. Está en ese momento en el que ya empieza a aburrirle el Pato Donald y está obsesionado con unos juegos de internet que, tanto por sus temas argumentales, como por la complejidad de sus técnicas, me hacen comprender que estamos ya a las puertas de la adolescencia.

Concurso de ideas, por favor. ¿Qué le regalo?